lunes, 27 de abril de 2009

UN PASEO POR LA CIUDAD DEL AGUA


Paseaba por la ciudad del agua esta mañana y, como todas las mañanas, voy descubriendo algo de mí o de mi ciudad.


Por primera vez vi volar a un pato, hasta ahora no sabía muy bien si los patos nadaban solamente, o además volaban, pero como aparecieron desde el cielo sobre el agua, querida, vuelan.


Observé una pareja, no cualquier pareja. Al principio él le daba la mano y después pasaron todo el camino abrazados, no pasaban ni cinco minutos, se besaban.


Queridos lectores, ¡qué envidia me daba esta pareja! no sabía quienes eran, pero miraba los ojos de él, de cariño, amor, ilusión, de volver a empezar, alucinación y orgullo de estar con la mujer que en ese momento amaba. Ella sonreía tranquilamente, ojos pícaros esperando recibir dosis de amor, placer, cada vez que se acercaban había una unión que sólo los dos entendían...


Nunca podré decir lo que se decían, pero sonreían y se divertían, sólo alguna vez decía ella: ni se te ocurra.


Una pareja que se paraba miraba un pájaro, un río, un árbol, un perro que amaba la naturaleza como se amaban así mismos, tal como la naturaleza los hizo: desnudos, con la magia de que nunca estaban separados


Ellos me miraban pero no me veían, estaban contentos. Por un momento me contagió su alegría y el calor que proyectaban en el entorno, ya que apenas sentía el frío que me calaba hasta los huesos el viento y que se me clavaban como cuchillas en mi cara.


Su paseo no tenía fin, Yo me desvié pero les dije al viento: sed felices, retornad, quiero volver a ver la felicidad en estado puro.

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